Una interpretación del preludio en Do M del Clave bien temperado

Quería comentar brevemente el primer preludio en Do Mayor del libro primero del “Clave bien temperado» de Johannes Sebastian Bach. Hablar sobre la forma de interpretarlo que tenía el malogrado Glenn Golud. Tal vez el pianista que más licencias se ha permitido con la obra del genio y el único al que le he perdonado la mayoría de ellas.

Veamos, parto de la idea de que  con J.S.Bach, toda la música queda expresada en la partitura y no necesita complemento alguno para ser interpretada. En la que nos trae aquí podemos ver que no hay signos de ligados en los arpegios ni cualquier otro signo que pudiera llevar a engaño a la hora de interpretarlo. De ahí que sea habitual encontrarlo, con sus variantes interpretativas, del modo que sigue (hasta el minuto 1’53» en que empieza la fuga):

Sin embargo, llega Glenn Gould y nos sorprende con una ejecución que podría catalogarse de «irreverente» ya que a cada arpegio le añade notas picadas que parecen romper la concepción de un continuo sonoro que sería más correcto:

¿Qué puede haber llevado a Glenn a interpretarlo de ese modo?

Sabemos que, en muchas de sus interpretaciones, sobre todo de Bach, anteponía resaltar el contrapunto a cualquier otra cosa. Prefería dejar clara la polifonía global antes que centrarse en líneas melódicas vistas de forma individual. Con esa idea interpretativa, si tenemos en cuenta que bajo sencillez sonora del preludio se esconde la modulación a unas seis o siete tonalidades y que el libro precisamente defiende el concepto de afinación temperada (afinación que permitía la modulación a las distintas tonalidades de un modo cómodo para el compositor); cabe la posibilidad de que ejecutar esas notas picadas, le permitía una mejor articulación y poder profundizar más en la estructura musical, tan importante aquí por lo que representa en el global y la intención de la obra .

Si deseamos ser más prosaicos, también podríamos pensar que la obra original está escrita para clave, instrumento con poca profundidad sonora que apaga sus notas casi al instante (de ahí que la música escrita para él esté repleta de florituras que consigan el efecto de alargar ciertos sonidos). En cambio, el piano-forte, con su caja de resonancia, deja armónicos que pueden llegar a interferir en el resultado perseguido. Con lo que el acto de «picar» las notas, pueda tener como intención la de acercarse al clave sin serlo.

Pero como digo siempre, eso son las apreciaciones personales de un neófito que se dedica simplemente a disfrutar del sonido y a gozar con el “Viejo Peluca”.

Acerca de Manel Artero

Manel Artero, nacido en Barcelona, en el barrio de Poble Sec, dedicó gran parte de su vida a la informática, compaginando con ella su amor por la lectura y por la música. De esta última cursó un grado de Historia. Más tarde haría los tres cursos de narrativa y novela de l’Escola d’escriptura de l’Ateneu barcelonès que le abriría las puertas al mundo de la escritura del que siempre formó parte sin saberlo. Desde entonces ganado diversos premios en concursos de relatos. El más sobresaliente, el de la Asociación “El coloquio de los perros” de Córdoba. Compagina su tiempo entre la escritura y diversos talleres y charlas sobre música, lectura y cultura de paz, que imparte en Cerdanyola del Vallès. El ladrón de rostros es su primera novela. Editada originalmente en 2017 por la editorial Maluma y6 reeditada por su hijo, Roger Artero, en 2023.
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