En agosto del año 1923 hubo una huelga campesina en la campiña jerezana. Los jornaleros la prolongaron durante veintitrés días. Eso no gustó a los caciques y terratenientes andaluces, ¿cómo podía permitirse el populacho alzar la mano contra quienes le daban un mendrugo a cambio de su sangre de siervos de la gleba.
Como no podía ser de otro modo hicieron lo habitual en España, utilizar al cuerpo militar de la guardia civil, una policía creada únicamente para que los ricos se protejan de los pobres utilizando a criaturas uniformadas que venden su dignidad de clase a cambio de unas migajas.
El resultado de la brutal represión serviría para que Lorca se inspirase y escribiera su durísimo poema en el que deja al cuerpo militar represivo en el lugar que le corresponde. Y no solo eso, Federico se permitió dedicarle un par de versos a uno de los principales caciques: Pedro Domecq, que participó de forma activa en la matanza.
Confirman la veracidad de los hechos informaciones aparecidas en ABC durante la huelga en las que daban fe de varios cortijos incendiados, como consecuencia de los actos represivos en los que se quemaron chozas de jornaleros, se destruyeron cosechas y se mató a muchas cabezas de ganado. Por otro lado, Miguel Caballero, investigador de la vida de Federico, reconstruye los episodios a partir de la poca información aparecida en la prensa local, principalmente El Guadalete —periódico controlado por los caciques— donde se habla del motín campesino y la «fuerte represión» liberada por los agentes de la Benemérita contra los agricultores y los gitanos asentados en los alrededores. También, según apunta la investigación realizada por Miguel Caballero, ese atrevimiento por parte del poeta tendría mucha relación con su trágico final, más allá de su tendencia sexual.
El poema, es una crítica feroz a esa estructura social tan española en la que grandes propietarios de tierras terminan convertidos en verdaderos caciques que utilizan a la Guardia Civil para que les proteja a ellos y a sus propiedades. De ahí que parezca extraño que, viendo el lugar en el que deja a la Benemérita y a uno de los principales caciques andaluces, el “Romancero Gitano” se publicara en 1928, durante la dictadura de Primo de Rivera. La explicación más plausible es que vio la luz en “La Revista de Occidente” fundada y dirigida por José Ortega y Gasset, simpatizante inicial del régimen militar. Solo eso puede explicar que la obra superase la censura gubernamental.
ROMANCE DE LA GUARDIA CIVIL ESPAÑOLA
Los caballos negros son. Las herraduras son negras. Sobre las capas relucen manchas de tinta y de cera. Tienen, por eso no lloran, de plomo las calaveras. Con el alma de charol vienen por la carretera. Jorobados y nocturnos, por donde animan ordenan silencios de goma oscura y miedos de fina arena. Pasan, si quieren pasar, y ocultan en la cabeza una vaga astronomía de pistolas inconcretas. ¡Oh ciudad de los gitanos! En las esquinas banderas. La luna y la calabaza con las guindas en conserva. ¡Oh ciudad de los gitanos! ¿Quién te vio y no te recuerda? Ciudad de dolor y almizcle, con las torres de canela. Cuando llegaba la noche, noche que noche nochera, los gitanos en sus fraguas forjaban soles y flechas. Un caballo malherido, llamaba a todas las puertas. Gallos de vidrio cantaban por Jerez de la Frontera. El viento, vuelve desnudo la esquina de la sorpresa, en la noche platinoche noche, que noche nochera. La Virgen y San José perdieron sus castañuelas, y buscan a los gitanos para ver si las encuentran. La Virgen viene vestida con un traje de alcaldesa, de papel de chocolate con los collares de almendras. San José mueve los brazos bajo una capa de seda. Detrás va Pedro Domecq con tres sultanes de Persia. La media luna, soñaba un éxtasis de cigüeña. Estandartes y faroles invaden las azoteas. Por los espejos sollozan bailarinas sin caderas. Agua y sombra, sombra y agua por Jerez de la Frontera. ¡Oh ciudad de los gitanos! En las esquinas banderas. Apaga tus verdes luces que viene la benemérita. ¡Oh ciudad de los gitanos! ¿Quién te vio y no te recuerda? Dejadla lejos del mar, sin peines para sus crenchas. | Avanzan de dos en fondo a la ciudad de la fiesta. Un rumor de siemprevivas invade las cartucheras. Avanzan de dos en fondo. Doble nocturno de tela. El cielo, se les antoja, una vitrina de espuelas. La ciudad libre de miedo, multiplicaba sus puertas. Cuarenta guardias civiles entran a saco por ellas. Los relojes se pararon, y el coñac de las botellas se disfrazó de noviembre para no infundir sospechas. Un vuelo de gritos largos se levantó en las veletas. Los sables cortan las brisas que los cascos atropellan. Por las calles de penumbra huyen las gitanas viejas con los caballos dormidos y las orzas de monedas. Por las calles empinadas suben las capas siniestras, dejando detrás fugaces remolinos de tijeras. En el portal de Belén los gitanos se congregan. San José, lleno de heridas, amortaja a una doncella. Tercos fusiles agudos por toda la noche suenan. La Virgen cura a los niños con salivilla de estrella. Pero la Guardia Civil avanza sembrando hogueras, donde joven y desnuda la imaginación se quema. Rosa la de los Camborios, gime sentada en su puerta con sus dos pechos cortados puestos en una bandeja. Y otras muchachas corrían perseguidas por sus trenzas, en un aire donde estallan rosas de pólvora negra. Cuando todos los tejados eran surcos en la tierra, el alba meció sus hombros en largo perfil de piedra. ¡Oh, ciudad de los gitanos! La Guardia Civil se aleja por un túnel de silencio mientras las llamas te cercan. ¡Oh, ciudad de los gitanos! ¿Quién te vio y no te recuerda? Que te busquen en mi frente. juego de luna y arena |
De este duro poema existe una versión musicada con muchísima dignidad que nos llega de la mano de Vicente Pradal. A comentar el ritmo que imprimen las percusiones de la guitarra como imitación del galope de los caballos. La potencia de los momentos de silencio y recitativo en los que el oyente puede visualizar las escenas de salvajismo.
Como nota personal me permito indicar que en la parte recitada han desaparecido los siguientes versos:
La Virgen y San José perdieron sus castañuelas, y buscan a los gitanos para ver si las encuentran. La Virgen viene vestida con un traje de alcaldesa, de papel de chocolate con los collares de almendras. San José mueve los brazos bajo una capa de seda. Detrás va Pedro Domecq con tres sultanes de Persia. |
Casualmente la parte en la que aparece el nombre del cacique cuya familia todavía perpetúa el caciquismo en la triste Andalucía a la que no se deja levantar cabeza. Mi pregunta es: ¿Ha desaparecido el nombre del cacique para evitar represalias presentes contra quienes se atrevan a mentar la verdad? En esta españa triste, oscura, paseacristos y adora reyezuelos, todo, absolutamente todo es posible. Así no va.